viernes, 18 de diciembre de 2015

La última carga del glorioso regimiento Alcántara

 
Imagen tomada de Flickr




El restos del ejército se alejaba rumbo a Melilla, parecían espectros de lo que otrora fueran soldados, cansados, heridos, hambrientos, avanzaban  como autómatas sin personaliad propia, no eran capaces ni de empuñar sus armas para defenderse de sus enemigos,  su única meta era huir de los rifeños liderados por Abd el Krim y su única esperanza de supervivencia era el sacrificio de unos pocos soldados a caballo.

Fernando Primo de Rivera  teniente coronel del regimiento de caballería Alcántara veía como se alejaban sus compatriotas consciente que no tendrían oportunidad de sobrevivir,  él y su hombres debían lograr que las tropas enemigas abandonaran la ladera del río Igún, desde donde miles de rifeños disparaban sin discreción a los militares españoles.

El escuadrón Alcántara llevaba todo el día luchando para dar cobertura a lo que quedaba del ejercito español, pero aquí en el cruce de lo que antaño fuera un río, es donde se estaba librando la mayor de las batallas, el oficial que había liderado a sus hombres en repetidas cargas sobre la ladera donde estaban apostados los enemigos, sabía que tendrían que realizar un último ataque sobre las posiciones enemigas, una carga suicida de la que probablemente no sobrevirían.

El jefe del regimiento mira a sus hombres con la calma de quien sabe que su destino está escrito, quedaban muy pocos de los seiscientos noventa y un hombres con los que empezó a combatir,y entre ellos se encontraban, los veterinarios, sacerdotes, médicos, el corneta , hasta los niños del grupo de música, todos estaban luchando para salvar a la mayoría de soldados que pudieran, debían darles tiempo para que llegara a la siguiente base segura al precio que fuera.

Primo de Rivera no podía demorarse más, o derrotaba a los rifeños o la columna estaba perdida. para ello hizo de tripas y corazón y le pidió a sus exhaustos soldados que dieran lo último que podían dar por la patria, sus vidas.

—"Si no lo hacemos, vuestras madres, vuestras mujeres, vuestras novias, dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos".Fueron las últimas palabras de la arenga que dio a sus subordinados. El regimiento con su comandante a la cabeza como en todas las cargas anteriores, se lanza hacía el enemigo por última vez, sabedores que probablemente no sobrevivirían a la refriega.

Cargaron como lo hicieron siglos atrás los reyes castellanos en las Navas de Tolosa, a caballo espada en mano, dandolo todo por España y como ocurrió en aquella ocasión contra las tropas musulmanas, que se encontraban en posición ventajosa y contaban con superioridad numérica.

Los que aun conservaban caballos iban al trote porque sus valerosas monturas estaban exhaustas, otros iban a pie espada en mano, compensaban sus flaquezas con arrojo y coraje, estaban entregando sus vidas para salvar las de sus compañeros, cargaron hacia su funesto destino dispuestos a bañar esas tierras africanas con la sangre de sus enemigos.

Los rifeños sueltan una andanada de disparos que hace que muchos caigan por el camino, pero los valerosos soldados españoles llegan hasta su altura y contra todo pronóstico logran derrotarlos, pero no sin antes pagar un caro precio ya que solo quedaban unos setenta hombres en pie de los que habían comenzado la lucha. 

Tras la refriega Fernando Primo de Rivera herido de muerte y acompañado del resto de los pocos  supervivientes que sobrevivieron a la batalla,  llegan como pueden  a El Batel, donde se encontraba las tropas que habían logrado salvarse, gracias al valor de un puñado de soldados.

Ese día no murieron los hombres del regimiento Alcántara, ese día se convirtieron en inmortales, pasaron a ser  leyenda, siempre estarán en  el corazón de la patria, su hazaña de compromiso, valor y sacrificio son el ejemplo de lo que el español es capaz de hacer. En 1921 en Anual se escribió una de las páginas más trágicas de la historia de España pero a la vez, este regimiento mostró todos los valores que un español debe tener, ojala en nuestras vidas logremos tener la mitad de su dignidad.

En el 2012 se hizo justicia con estos héroes y se les concedió, la cruz laureada de San Fernando (máxima condecoración militar española) a título póstumo a manos de Don Juan Carlos I  Rey de España.

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